“Hannover 11 de noviembre de 1670
Señor,
Apelo a vuestro principio de autoridad, para
que me honréis con la revisión de estas notas.
Las someto a vuestra insigne persona para
que las juzguéis y me digáis si las consideráis dignas de algún crédito y
fiabilidad.
En ellas planteo un sistema que se asemeja
al que los griegos denominaban método “exhaustivo” y con el que lograron
averiguar, mediante particiones infinitesimales, áreas de figuras regulares.
Con mi idea generalizo el sistema y puedo extrapolarlo a cualquier recinto.
Han sido estudiadas por mí reiteradas veces
en busca de algún error que pudiera desvirtuarlas, pero como medida de
prudencia, os las envío con el convencimiento de que vos sabréis valorarlas, si
ha lugar a ello.
Lo que os envío es el fruto de un arduo
trabajo, noches febriles y de insomnio. He aquí mi conclusión.
Así pues, me atrevo a acudir a vos para
robaros un poco de vuestro inestimable tiempo, sabedor de que sois uno de los
pocos, sino el único hombre en el mundo, que sabrá apreciar la magnitud de mis
descubrimientos o hallar cualquier defecto que los haga inservibles. Sea como
sea, cuento con vuestra absoluta sinceridad y discreción como me consta queda
avalado por vuestra trayectoria académica.
Vuestro afectísimo,
Wilhem Leibnitz “
Isaac Newton
miró aquel sobre procedente de Alemania. Como los demás lo dejó apartado en una
pila de papeles que se amontonaban sobre su mesa. Acto seguido volvió a abrir
su Biblia y se enfrascó en profundas meditaciones. Hacía tiempo que pretendía
averiguar el Día del Juicio Final. Según sus cálculos cabalísticos había
conjeturado que sería antes del año 2060, pero esa era una información muy
inconcreta. Era vital averiguar la fecha exacta, pero se encontraba en un
callejón sin salida.
Se quitó las
lentes y en un acto inconsciente se frotó los ojos. Se levantó para prepararse
un té. Cuando regresó a su mesa lo primero que vio fue aquel sobre. Mientras
depositaba la taza con el líquido humeante sobre la mesa, abrió indolente la
carta y extrajo una docena de papeles que contenían una escritura diminuta y
apretada.
Vio la fecha.
Casi dos meses habían transcurrido desde que aquel anónimo admirador le había
escrito. Su primer pensamiento fue que se trataría de algún chiflado
pretendiendo demostrar algún problema similar a la cuadratura del círculo, como
tantas otras veces.
Comenzó la
lectura. El escepticismo inicial dio paso a la curiosidad, luego al interés y
por último al entusiasmo. En ocasiones tenía que volver sobre sus pasos porque
alguno de los conceptos allí expresados le resultaba árido. No obstante lo que
leía parecía brillante.
Cuando acabó, apartó la
Biblia a un lado, abrió un cajón y tomó un folio inmaculadamente
blanco. Era el papel que reservaba para sus manuscritos más preciados. Mojó la
punta de la pluma de ganso en el tintero y, en letras primorosamente trazadas,
escribió:
Method of fluxions by Isaac Newton. Cambridge 1671.
José Manuel Ramos
González